sábado, 19 de julio de 2008

Notas de un viaje en bus

Nueve treinta de la mañana. Salgo de Limache. Día de sol y cielo azul. El bus se desplaza por Condell hacia Mercedes. Abajo se divisa el taller del Pelao Villanueva y al otro extremo la amasandería de doña Santina. Mi destino, Zapallar. Hace un minuto abordé el Dinho’s, uno de los pocos que aun quedan porque están en extinción. Hacia los Andes marca un letrero. Saliendo de Limache diviso la casa de los Urmeneta junto a la línea del ferrocarril, abandonada, guardando tantos recuerdos de un pasado glorioso y opulento. Algunos descendientes deben existir de aquella acaudalada familia del siglo IXX. Don José Tomás Urmeneta forjó gran fortuna dedicado a la minería del cobre. También fue diputado y senador, pero no le alcanzó para presidente, le ganó Federico Errázuriz Zañartu. Todo en el siglo diecinueve. Pero el bus emprende el ascenso a la cuesta de San Pedro, cerros que cobijan al famoso túnel de San Pedro. Por allí transitaba el ferrocarril de pasajeros hacia Quillota, hoy sólo lo abordan trenes de carga. Pero mientras se construía aquel socavón, los trenes subían la cuesta provisoriamente por una vía sobre el portezuelo arrastrándose los carros con dos locomotoras, permitiendo hacer llegar el ferrocarril hasta Quillota en junio de 1857. Dicen también que hasta bueyes se usaban para tirar los carros cuesta arriba, mientras los obreros perforaban a puro chuzo el cerro. Y pensar que en un principio el ferrocarril pasaría por Concon, pero por temor a los arenales se cambió el trazado a lo que es hoy. Túnel de San Pedro: oscuro, extenso. Daba miedo cruzarlo en tren y quedar detenido en medio. Se sentía una emoción extraña al introducirse en aquel socavón, en aquellos trenes tirados por locomotoras eléctricas, de carros de puertas abiertas. Se presentía la posibilidad latente que otro tren podría venir. Una sola vía y la posibilidad de chocar con otro convoy. Pero el choque fue en otro sitio, aunque allí habían dos vías. Ocuparon una por demorar reparar la otra y los AM impactaron. Queronque, lunes 17 de febrero de 1986, 19:45 horas. Cuentan que los muertos sumaban 60, aunque se sospecha que fueron más. También se sospecha que por culpa de un atentado extremista se inutilizó una vía, de allí que existiendo dos se usaba una. Pero estamos detenidos en medio del túnel de San Pedro. Afuera oscuridad. Pronto se reanuda la marcha y emergemos por entre cerros ahora plantados de paltos rumbo a San Pedro. El bus asciende raudo la cuesta y ya desciende hacia el valle de San Pedro, antesala de Quillota. Cruce de San Pedro, línea férrea del ramal a Quintero. Antes los trenes de pasajeros arribaban al centro de este balneario, a la mismísima plaza. Era la época del bus carril o algunos ordinarios provenientes de Santiago con veraneantes al estilo de Cartagena. Pero esto es pasado: hoy no hay trenes a dicho lugar. Sólo cargueros que trasladan el cobre desde Ventanas hasta el puerto de Valparaíso. Nos aproximamos a Quillota por el troncal. Muchas parcelas se divisan con frondosos árboles, la mayoría paltos y chirimoyos, que adornan con su verdor y cuerpo el paisaje, configurando una imagen bucólica. Canchas de fútbol amateur de lo que llaman por estas tierras campeonato agrícola se perciben en algunas de estas parcelas, para alegría de sus trabajadores que los domingos olvidan las tareas del campos para disfrutar de este deporte popular apagando su sed con heladas cervezas o un buen vino, sin faltar un suculento asado. Silos, caballos, vacas, hileras o camellones de lechugas, un camino de tierra que da entrada al camino internacional. Al fondo, otra vista de la Campana. A su lado la Campanita. Una iglesia asoma a la izquierda del camino en lo que debe ser el Refugio de Cristo, que no es lo mismo que el Hogar de Cristo. En realidad no tengo claro aquí en este bus a cual de estos dos corresponde. Si me acuerdo del padre Pianovi. Al norte se aparece parte del Mayaca y el cementerio de Quillota, mientras pasamos frente a una industria abandonada, la ex-said, mudo testigo de una actividad fabril que ya no existe. Muchas poblaciones han florecido junto a este camino troncal. De seguro que con el tiempo llegarán hasta Limache estas poblaciones y así el camino estará más acompañado, ya no habrá soledad entre pueblo y pueblo. Poco a poco nos metemos en el corazón de Quillota. El Terminal de buses Golondrinas a un costado, frente a una planta de revisión técnica. Supermercado García, un pequeño negocio que aún subsiste pese a los grandes colosos como el Ekono, el Santa Isabel e incluso el famoso Líder de la familia Ibáñez. ¿Cuánta vida te queda García? Pasamos por una abandonada estación, aunque todas por estos lados así lo están. Pero esta fue abandonada mucho antes. Es la estación Corvi, nombre de una población. Por el receptor del bus se escuchan los sones de la radio Libra de Quillota y su siempre característico sonido. Si por los años ochenta sonaba igual. Parece no haber evolucionado. Los locutores son los mismos, aunque más viejos. Escucho al Pato Riveros y su “mañana diferente”, claro que ahora no en la Pocochay de esos años cuando el San Luis luchaba por mantenerse en primera ya sin el Pato Yañez y compañía. Ahí Riveros, con los siempre oportunos consejos hogareños repetidos hasta el cansancio, con comentarios irrelevantes a partir de la lectura de los diarios mañaneros. En estas radios locales no hay cambios como cada año ocurre en la capital, donde proliferan mudanzas de personajes de radio en radio o de canal en canal. En provincia todo sigue igual, apacible, inmutable, perpetuo, al ritmo calmado, reposado. Talvez se vive más. Puede que los días sean más largos, las tardes más extensas. El tiempo aminora su paso. Es reposada la vida aquí. Busco la vieja estación de Quillota y lo que veo es un gigante del retail. Pregunto por ella y me dicen que ha sido desalojada hasta cerca de la carretera internacional. El ferrocarril, al menos de carga, no circula por la ciudad. Fue expulsado hacia el campo. El progreso, si es que este nombre se puede dar a los cambios radicales, suele ser cruel y no reconoce méritos del pasado. Igual que en Viña, donde el tren se oculta. Allí no fue expulsado, sólo lo ocultaron. Justo frente de la recordada estación quillota vendían un exquisito mote con huesillos, lugar desde el cual salían los colectivos con rumbo a Boco, al otro lado del río Aconcagua, cerca del Edén. Enfilamos por 21 de Mayo alejándonos de Quillota. Antes, empresa El Vergel, achicándose. La Cruz es el próximo pueblo o comuna.

Notas de un viaje en bus

Nueve treinta de la mañana. Salgo de Limache. Día de sol y cielo azul. El bus se desplaza por Condell hacia Mercedes. Abajo se divisa el taller del Pelao Villanueva y al otro extremo la amasandería de doña Santina. Mi destino, Zapallar. Hace un minuto abordé el Dinho’s, uno de los pocos que aun quedan porque están en extinción. Hacia los Andes marca un letrero. Saliendo de Limache diviso la casa de los Urmeneta junto a la línea del ferrocarril, abandonada, guardando tantos recuerdos de un pasado glorioso y opulento. Algunos descendientes deben existir de aquella acaudalada familia del siglo IXX. Don José Tomás Urmeneta forjó gran fortuna dedicado a la minería del cobre. También fue diputado y senador, pero no le alcanzó para presidente, le ganó Federico Errázuriz Zañartu. Todo en el siglo diecinueve. Pero el bus emprende el ascenso a la cuesta de San Pedro, cerros que cobijan al famoso túnel de San Pedro. Por allí transitaba el ferrocarril de pasajeros hacia Quillota, hoy sólo lo abordan trenes de carga. Pero mientras se construía aquel socavón, los trenes subían la cuesta provisoriamente por una vía sobre el portezuelo arrastrándose los carros con dos locomotoras, permitiendo hacer llegar el ferrocarril hasta Quillota en junio de 1857. Dicen también que hasta bueyes se usaban para tirar los carros cuesta arriba, mientras los obreros perforaban a puro chuzo el cerro. Y pensar que en un principio el ferrocarril pasaría por Concon, pero por temor a los arenales se cambió el trazado a lo que es hoy. Túnel de San Pedro: oscuro, extenso. Daba miedo cruzarlo en tren y quedar detenido en medio. Se sentía una emoción extraña al introducirse en aquel socavón, en aquellos trenes tirados por locomotoras eléctricas, de carros de puertas abiertas. Se presentía la posibilidad latente que otro tren podría venir. Una sola vía y la posibilidad de chocar con otro convoy. Pero el choque fue en otro sitio, aunque allí habían dos vías. Ocuparon una por demorar reparar la otra y los AM impactaron. Queronque, lunes 17 de febrero de 1986, 19:45 horas. Cuentan que los muertos sumaban 60, aunque se sospecha que fueron más. También se sospecha que por culpa de un atentado extremista se inutilizó una vía, de allí que existiendo dos se usaba una. Pero estamos detenidos en medio del túnel de San Pedro. Afuera oscuridad. Pronto se reanuda la marcha y emergemos por entre cerros ahora plantados de paltos rumbo a San Pedro. El bus asciende raudo la cuesta y ya desciende hacia el valle de San Pedro, antesala de Quillota. Cruce de San Pedro, línea férrea del ramal a Quintero. Antes los trenes de pasajeros arribaban al centro de este balneario, a la mismísima plaza. Era la época del bus carril o algunos ordinarios provenientes de Santiago con veraneantes al estilo de Cartagena. Pero esto es pasado: hoy no hay trenes a dicho lugar. Sólo cargueros que trasladan el cobre desde Ventanas hasta el puerto de Valparaíso. Nos aproximamos a Quillota por el troncal. Muchas parcelas se divisan con frondosos árboles, la mayoría paltos y chirimoyos, que adornan con su verdor y cuerpo el paisaje, configurando una imagen bucólica. Canchas de fútbol amateur de lo que llaman por estas tierras campeonato agrícola se perciben en algunas de estas parcelas, para alegría de sus trabajadores que los domingos olvidan las tareas del campos para disfrutar de este deporte popular apagando su sed con heladas cervezas o un buen vino, sin faltar un suculento asado. Silos, caballos, vacas, hileras o camellones de lechugas, un camino de tierra que da entrada al camino internacional. Al fondo, otra vista de la Campana. A su lado la Campanita. Una iglesia asoma a la izquierda del camino en lo que debe ser el Refugio de Cristo, que no es lo mismo que el Hogar de Cristo. En realidad no tengo claro aquí en este bus a cual de estos dos corresponde. Si me acuerdo del padre Pianovi. Al norte se aparece parte del Mayaca y el cementerio de Quillota, mientras pasamos frente a una industria abandonada, la ex-said, mudo testigo de una actividad fabril que ya no existe. Muchas poblaciones han florecido junto a este camino troncal. De seguro que con el tiempo llegarán hasta Limache estas poblaciones y así el camino estará más acompañado, ya no habrá soledad entre pueblo y pueblo. Poco a poco nos metemos en el corazón de Quillota. El Terminal de buses Golondrinas a un costado, frente a una planta de revisión técnica. Supermercado García, un pequeño negocio que aún subsiste pese a los grandes colosos como el Ekono, el Santa Isabel e incluso el famoso Líder de la familia Ibáñez. ¿Cuánta vida te queda García? Pasamos por una abandonada estación, aunque todas por estos lados así lo están. Pero esta fue abandonada mucho antes. Es la estación Corvi, nombre de una población. Por el receptor del bus se escuchan los sones de la radio Libra de Quillota y su siempre característico sonido. Si por los años ochenta sonaba igual. Parece no haber evolucionado. Los locutores son los mismos, aunque más viejos. Escucho al Pato Riveros y su “mañana diferente”, claro que ahora no en la Pocochay de esos años cuando el San Luis luchaba por mantenerse en primera ya sin el Pato Yañez y compañía. Ahí Riveros, con los siempre oportunos consejos hogareños repetidos hasta el cansancio, con comentarios irrelevantes a partir de la lectura de los diarios mañaneros. En estas radios locales no hay cambios como cada año ocurre en la capital, donde proliferan mudanzas de personajes de radio en radio o de canal en canal. En provincia todo sigue igual, apacible, inmutable, perpetuo, al ritmo calmado, reposado. Talvez se vive más. Puede que los días sean más largos, las tardes más extensas. El tiempo aminora su paso. Es reposada la vida aquí. Busco la vieja estación de Quillota y lo que veo es un gigante del retail. Pregunto por ella y me dicen que ha sido desalojada hasta cerca de la carretera internacional. El ferrocarril, al menos de carga, no circula por la ciudad. Fue expulsado hacia el campo. El progreso, si es que este nombre se puede dar a los cambios radicales, suele ser cruel y no reconoce méritos del pasado. Igual que en Viña, donde el tren se oculta. Allí no fue expulsado, sólo lo ocultaron. Justo frente de la recordada estación quillota vendían un exquisito mote con huesillos, lugar desde el cual salían los colectivos con rumbo a Boco, al otro lado del río Aconcagua, cerca del Edén. Enfilamos por 21 de Mayo alejándonos de Quillota. Antes, empresa El Vergel, achicándose. La Cruz es el próximo pueblo o comuna.

Perejil sale a los montes


Habiendo guardado todo su equipaje, no quiso dejar pasar más tiempo en emprender la siempre soñada aventura por siempre pensada. Sólo el chico Chato conocía de las intenciones de Perejil. Presto aquella mañana de invierno, subió sobre el noble Palomo rumbo a la choza del fiel amigo. Por el camino iba divagando del provecho que habría de resultar de estas andanzas por los montes de Olmué. Por fin concretar un añorado proyecto. Pensaba “no habrá dudas que cuando se conozcan las causas del cambio de mi condición, no faltará el interesado en escribirlas. Pero me haré de rogar. No pienso en dar una entrevista. O mejor, a nadie cuento, pues interesados no faltarán a que les resuelva sus problemas”. De pronto se le vinieron a su mente los consejos de su hermana, de llevar para este largo viaje que según ella su ocioso hermano pretendía hacer, algún dinerillo, alimentos y ropa de recambio. Recorrió mentalmente su maleta y reparó en que faltaba lo esencial. Sí aquel bien tan esquivo y escurridizo. El vil dinero. “Sin él no se llega ni a la esquina”, meditaba. “Pero de donde obtenerlo, aunque sea en préstamo, pues luego seré rico…” El Palomo lo conducía a paso lerdo a lo largo del estero hacia Pelumpen, lugar donde debía estar aguardando su llegada el Chico Chato. Perejil miraba animoso los frondosos eucaliptos, el verde de la yerba y el azul del cielo pronto a recibir al astro rey. Cabalgando de esta manera, se le ofreció a la vista un bulto negro que por el camino en sentido contrario venía. Miró Perejil alrededor y no vio otra persona alguna. Poco a poco la figura se hizo más nítida y ya cerca ni había dudas que del negro Otazo se trataba. “Que hace tan temprano este cristiano por aquí”.

- Hola negro, tan temprano por estos campos…

- Que tal Perejil, lo mismo digo yo. Que yo recuerde no antes de las doce las sábanas te sueltan…

- No me ofendas amigo negro, que si la ocasión amerita para madrugar, no hay inconvenientes en desperezarse antes, como creo que en este caso pasa.

- Y se puede averiguar la causa de este desarreglo tuyo, porque de seguro el cielo se nublará por verte tan de mañana…

- Por cierto que lo sabrás a su tiempo, que decirlo hoy no parece prudente.

- Tanto misterio, para mí que vas de caza, aunque no es tiempo.

- Pero puedo preguntar yo, en cambio, por que yo sepa pocas veces que dejan salir de la quinta que cuidas camino al Maray. Eres como un perrito faldero de la fulana aquella doña Mercedes, sobretodo desde que enviudó del futre aquel de las minas de cuarzo de Lliulliu. Para mí que te las traes con la viuda y más de algún consuelo le debes de dar.

- No sea mal hablado Perejil, que yo le tengo el mayor respeto a doña Mercedes, por la confianza que tiene en mí. Yo jamás pensaría en cosa mala o deseo feo hacia ella. Además, es tan áspera, seca y mandona.

- Apuesto a que le tienes miedo y le haces caso en todo lo que te ordena.

- Claro que si, total es mi trabajo de mozo y jardinero, puertas adentro…

-Pero te explotan Negro Otazo. Seguro que te pagan una miseria…

-Es verdad que no es tanto, pero tengo comida y un techo donde vivir…

- A cambio de la libertad…

- En cambio tú, sólo vagas y vagas, allegándote siempre a un convite para calmar tu sed. Si no fuera por dos buenas hermanas no tendrías una cama en donde echarte. ¡Qué sacas con tener tanta libertad!

-Pero soy feliz así.

- Serías otro Perejil si tus estudios hubiesen terminado.

- No me recuerdes eso amigo Otazo, que ya van más de vente años de aquello. Pero, ¿a dónde tan temprano vas?

- Por encargo de doña Mercedes debo cobrar su montepío en el Banco Estado de Limache…

- ¿Y tú?

- Poder notarial para estos menesteres tengo.

- ¿Y por qué la tal doña Mercedes no hace ella misma estos trámites?

- Porque casi ya no sale a causa de su reumatismo.

- ¿Y tanta confianza en ti?

- Son dos años que todos los meses hago lo mismo: cobro su pensión, pago la luz, el agua y otras cosas.

- Buena pensión le dejó el finado a la viudita… ¿Cómo cuánto?

- ¿Y por qué tanta curiosidad, amigo Perejil?

- Sólo por saber con cuanto vive una pobre viuda en una mansión en los faldeos del Nido de Águilas.

- No menos de un palo y no te digo más. Y adiós que la mañana se ve entrando y la filas son largas si no llego después de las nueve al banco…

- Hasta la vista, Negro Otazo. Cuídate.

Perejil enfiló presuroso a casa del Chico Chato. Pensaba “con que un millón de pesos la viudita. Si tan solo me prestase unos doscientos, problemas no habría para subir los montes unos cuantos días o semanas en busca de aquello. Pero ni siquiera la conozco”. Pronto divisó la choza del Chico Chato y a su perta tocó.

- Un poco tarde Perejil…

- Es que me encontré con el Negro Otazo…

- ¡Ha! Mi querido amigo…

- No sabía que era amigo tuyo. ¿Desde cuando?

- Muchos años, de tiempos de la escuela…¿Para donde iba tan temprano? Que yo sepa, nunca sale de la quinta.

- A cobrar la pensión doña Mercedes…

- Mira como lo tienen para los mandados a este chico. Es más honrado y noble que un San Bernardo. Pero vamos a lo nuestro. ¿Todavía piensas ir a los cerros en busca de…?

- Pues claro, en eso quedamos ayer., sólo que surgió un pequeño problema.

- ¿Cuál problema?

- No hay mucha plata.

- ¿Cuándo ha habido suficiente?